Zoe

domingo, 6 de noviembre de 2011

MEHANDI

Ayer fue el día del Eid Al-Adha, la celebración musulmana que conmemora el intento de sacrificio por Abraham - oportunamente parado a tiempo por la divinidad - de su hijo Ismael. Es el día de la "voluntad divina". Se degüella un cordero - en otras latitudes son vacas o terneras - destinándose un tercio de la carne al dueño de la bestia, otro tercio a los familiares necesitados y el último tercio a los pobres. Es decir, que en estos predios la manduca no sale de las cuatro paredes en la que es sacrificada. Véase en la foto el gesto satisfecho y amistoso de un celebrante de este ritual en una vivienda cercana.

Y esto no es un canuto, sino un cucurucho de mehandi fresco, el ungüento con el que se pintarrajean las señoras las manos, brazos, pies y piernas para adornarlas en fiestas, saraos y otras celebraciones señaladas, como las que hoy nos ocupa. El resultado es espectacular y visto el precio de los mejunjes - el cucurucho no llega a valer dos euros - y el coste de la mano de obra, la operación resulta muy asequible.


Eso sí, como aguanta varias duchas,  además de impresionar a la asistencia del sarao, se puede utilizar para agradar en la intimidad al elegido por la "voluntad divina".


Muestro dos ejemplos de como puede ser la cosa. Busco ideas para aplicar este tipo de dibujos al cuerpo masculino. Ya sé que no se estila en la India, pero se nos ocurren cosas, ¿no?
Yo intentaría recrear al hombre ilustrado de Ray Bradbury, que al mover sus músculos hacía hablar a su piel y narrar las dieciocho historias que se cuentan en ese fantástico libro. Los maoríes también tienen su tradición pictórica pero es más bien guerrera. Aquí no se trata de meter miedo sino de contar historias, las que nos han escrito sobre la piel a lo largo de los años, esos mensajes que dejaron escritos en mi espalda los puñales encendidos de unas largas uñas rojas...

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