Zoe

lunes, 7 de noviembre de 2011

EL BUENO, EL FEO Y EL REQUETEMALO DE ANNECY



Vamos a cargarnos algunas ideas preconcebidas sobre la gastronomía en esta bella ciudad y sus alrededores. Dinero hay, y a espuertas, porque es ciudad próspera y de comerciantes. Los suizos, cargados de relucientes francos mientras el dolar y el euro están sudando la gota gorda, son poco generosos pero muy gastadores cuando se trata de cubiertos y mantel. Por eso extraña que en la ciudad de Annecy haya tan poca oferta gastronómica de postín, que está más bien concentrada en Talloires, en la ribera occidental del lago (el restaurante en Veyrier del megalómano Marc Veyrat, que es de mi pueblo, cerró sus puertas por lo de siempre en un tres estrellas: es una ruina si no tienes otros negocios paralelos, lo que me parece no era el caso) y en los dos o tres castillos de lujo hortera estratégicamente situados a las afueras de Ginebra.

El bueno es La Ciboulette, una maravilla de buen gusto en la decoración, que es lo primero que te entra por los ojos cuando llegas (salvo algún detalle que no veréis en este video, como un emparrado de forja y un espejo de época que nos demuestran el origen italiano del decorador) y una cocina sublime acorde con su precio. Servicio impecable, bodega extraordinaria - ¡ tenían mi favorito, Château Brown, un Pessac-Léognan que tiene la mejor relación calidad / precio de todo Burdeos, y en media botella, no digo más, Tomás ! - y muchos detalles más, que hacen que quieras volver a empezar desde el aperitivo. Eso sí, pedí un zumo de tomate preparado y me trajeron un pastis con hielo. No todo va ser perfecto...

Dos entradas de foie-gras fresco a la plancha, de cocción impecable (mira que es raro en estos tiempos) con crema de rubarba, higos y otras hierbas, un costillar de cordero de prado salado que se te saltaban las lágrimas, una trilogía de chocolates, dos cafés - muy buenos, por cierto, otra cosa rara - y la susodicha media botella de vino tinto, todo por 150 euros (propina incluida) y el agradecimiento eterno de la persona que te acompañe. Ya saben, aprovechen que en Francia el IVA para la restauración es solo del 5,5 % y ahorren, que un día es un día y vale la pena.

El premio al feo es para el Auberge d'Alex, en el pueblo del mismo nombre, unos pocos kilómetros más arriba del castillo de Menthon-Saint Bernard por la D 269. Una vez sentado en un mesa como ésta, tan de diseño Stark, empieza uno a mirar y se te hiela la sangre. Unas pinturas de bar de carretera (francés, en España no hay cuadros en esos baretos) y una decoración entre chalet alpino y chiringuito de luz roja. Feo de verdad.

El condumio más bien correcto: tartar de salmón ahumado con emulsión de limón y tomillo, bien presentado y logrado, y unos chipirones rellenos de carrilleras de buey con tinta de calamar, muy bien cocinados y sabrosos. Honradez en el producto, algo que hay que agradecer en estos tiempos de congelados y precocinados calentados al microondas.

Lo más, la factura. Con 71 euros para dos menús "mar y montaña" y media botella de vino Bandol, el que se imponía con esos platos. Nada que decir, sitio más que correcto pero muy a trasmano y con una carretera de montaña llena de curvas para el regreso nocturno. Todo un problema si vamos con un acompañante que quiere también darle al morapio.

Y el premio al requetemalo se lo lleva el tan afamado, juvenil, postmoderno y supuestamente divertido Contres3ns.

En efecto, hace honor a su nombre. Es todo un contrasentido, pero del común, es que no da una. Una mala copia de nuestro El Lateral con mucha menor oferta y por supuesto un ejército de camareras extranjeras vestidas del sempiterno uniforme negro, que no se sabe bien para qué son tantas, si la cocina funciona al ritmo del camello que imagino la dirigía el día de autos.

No les hago perder el tiempo con el menú, la calidad es de hamburguesería de barrio. Les pongo la imagen de la tarjeta de este chiringuito infame - que además cuesta una pasta - para que recuerden a donde no ir en Annecy. Muy anunciado en prensa, quizás el dueño  sea el hijo del Alcalde o alguna cuñada del Prefecto.

De pena. Solo por la vergüenza que me hicieron pasar delante de mis hijas, a las que les había vendido la moto del local guay de moda, merecen el infierno de los fogones.

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