
Este es el Passage d'Enfer, el callejón del infierno. Es también el nombre de un perfume, en concreto de un Eau de Toilette de Olivia Giacobetti, dificil de encontrar y caro carísimo. Muy floral, con esencias de aloe, incienso y almizcle. Pero no, esto es otra cosa, es un callejón empedrado a la antigua a tiro de piedra de la siempre impresionante torre de Montparnasse, el primer rascacielos de París con tintes de Blade Runner y con permiso de la Torre Eiffel, justo detrás del bullicio de los numerosos cines y bistrots del Boulevard que lleva ese nombre.
Observen la pulcritud de sus líneas, tan rectas y sobrias, y las tonalidades pastel de las fachadas que diseñó allá por 1855 el arquitecto Felix Pigeory. Callejón del Infierno que tan derechito nos lleva por el empedrado de buenas intenciones... imagínenlo de noche a la luz de las farolas bajo una capa y una daga en cada mano. Su nombre viene del Bosque del Infierno, que así se llamaba mucho tiempo ha el Boulevard Raspail, donde nace, un sitio quizás frondoso y desde luego de malísima reputación, donde debían pulular los peores pecadores de la corte de los milagros en París.
Hoy lo fotografían con sus móviles los que visitan la Fundación Cartier - es tremenda la exposición actual de Moebius - y optan luego por ponerse morados en alguna de las crêperies bretonas o de los restaurantes japoneses, coreanos y thailandeses que se alinean en la Rue du Montparnasse, otro callejón a la sombra de la Torre con una presencia de negocio hostelero por metro cuadrado superior a la de la Cava Baja. Mi favorito es el Toritcho, en el número 47, uno de los primeros japos de París y también uno de los más auténticos, con productos originales y de alta calidad. Me recuerda siempre al East de Nueva York. Y no se deja uno la piel de la cartera. Ya saben...
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