Esta mañana, mientras me encaminaba a la piscina, vi a mi tortuga Zoe - tortugo, según Bibiana - montárselo a lo grande. No enseño las fotos que hice a su órgano sexual (¿ven ese tubito rosa?) para no herir la sensibilidad de alguno, porque a escala de su cuerpo es sencillamente monstruoso de grande. En fin, espectáculos que nos da la madre naturaleza y la segunda cadena de televisión española. Espero en una semanas un montón de tortuguitos corriendo - sí, corriendo, no saben lo veloces que son las tortugas - por el jardín.
Después me lanzo en moto por las pistas de esta península de Msasani, que son mas o menos como lo que ven a la izquierda. Temprano por la mañana, sin coches ni ruidos - bastante hace ya la moto - y con cierto fresquito. Los ciclistas y otros moteros con los que cruzo me saludan, recordándome que hasta en estas latitudes los códigos moteros se respetan.Si es que la culpa de todo la tiene el gobierno,la gente sigue siendo la misma aquí, en Ouagadugu o en Helsinki. Al final de este camino transitable, se encuentra el mayor baobab de la península, miren su diámetro, harían falta ocho o diez personas para poder abrazarlo.
A la vuelta, otro chapuzón en la piscina y a cocinar. En esta ocasión, una tortilla guisada en salsa de gambas.
Bueno, ya sé que no es ninguna genialidad, pero estaba rica. Una tortilla de patatas a su gusto pero, eso sí, pequeña para que quepa luego en la cazuela que tengamos. En ésta, freir ajo y cebolla y añadir gambas peladas y troceadas con media botella de vino blanco. Añadir una cucharilla de pimentón - picante o no - y una cucharada de Maizena diluida en un par de cucharones de caldo de pescado y, a fuego bajo, olvidar el plato unos minutos antes de apagar los fogones. Después, merendarse esta joya con media botella de Beronia Reserva, pensando en cual será la próxima víctima... quizás un pato azulón.
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