Lo prometido es deuda. Aquí tienen un pato lacado (o laqueado) a la pekinesa, con sus tortitas calentadas al vapor y salsa hoi-sin, acompañado de sendas julianas de cebolleta y de pepino. Vaya por delante una advertencia, es plato largo de preparación y tiene una ecuación imposible de resolver con las recetas actuales, salvo que se tire por la calle de en medio. Y para eso es mejor que directamente vayan a degustar esta exquisitez a su restaurante chino favorito. Resultará siempre mejor y no se tirarán de los pelos si algo va mal, además que visto el precio de este ansar y del trabajo que conlleva su preparación, será incluso preferible para nuestras carteras.
Bueno, pues vamos a ello preparándolo el día anterior. Precisamos para dos buenos comilones un pato de 2 kg y medio, bien limpio de plumas y plumones. Unos aconsejan escaldarlo un momento en agua hirviendo para facilitar esa tarea y luego utilizar abundante papel de cocina para quitar toda la humedad del pájaro. No se les ocurra hacerlo con el soplete de cocina o con la llama de gas, empezaría a salir la grasilla de la piel y esta nunca nos quedaría bien seca, aparte de enguarrarlo todo. Si sale de la nevera, con mayor motivo de un congelador, dejarlo después de la limpieza colgando por el cuello unas horas hasta que esté completamente seco.
Segundo paso, rellenar el pato con una mezcla de sal, pimienta, 1 cucharada de azúcar y otra de cinco especias (cuyo principal componente es el anís estrellado) y coser bien.
Tercer paso, preparar el adobo que va a dar a su piel ese sabor peculiar y exquisito. Propongo mezclar agua hirviendo (1 litro y medio) con 5 cucharadas soperas de miel (preferentemente de romero), 3 cucharadas de jerez, 2 de vinagre de manzana, 2 de salsa de soja, 3 cucharadas de maizena, 1 de cinco especias y dejar hervir. Apagar el fuego y meter el pato en este mejunje, salseándolo con un cucharón. Cuanto más tiempo se remoje, mejor, más sabor tendrá después de asarlo.
Después de que esté bien untado, hay que colgarlo del cuello para secarle bien entre 6 y 8 horas. Si se dispone de un ventilador de sobremesa, ponerle en el chorro de aire y la operación requerirá menos tiempo. Pero en cualquier caso es necesario que la piel y el mejunje que la cubre queden bien secos porque es una de las claves para que nos salga bien esta receta.
Una vez comprobado esto, al horno. De varias maneras, encima de una rejilla, en una bandeja, o a la brocha como muestra la foto de la derecha. El horno a 180º (termostato 4), y aquí viene la primera pega. La mayor parte de las recetas aconsejan poner debajo una bandeja con agua para recoger la grasa y que la carne quede jugosa. Loables objetivos, pero entonces la piel no nos quedará crujiente nunca. Si no ponemos el agua, la piel quedará perfecta pero la carne seca, y eso luego es ya irrecuperable. ¿Solución? Poner la bandeja con agua solo los primeros 30 minutos, con el ave pecho arriba, luego darle la vuelta y pincelarla con la salsa dejándola otros 45 minutos, y de nuevo pincelarla y dejarla 30 minutos más hasta que la piel quede bien dorada y crujiente. En esta última fase hay que vigilar constantemente para evitar quemaduras. Conviene cortar los antebrazos y antepiernas del pato para evitar que se quemen, que es lo que me ocurrió como ven en la foto de arriba.
¿Notamos la piel correosa al sacarlo del horno? Desastre... pero no, hay que esperar unos minutos a que se asiente la carne y veremos si la piel se vuelve crujiente. ¿Que no? Hay que usar el truco de los restaurantes chinos, rociar el pato con aceite humeante justo antes de servirlo y esta vez seguro que nos queda la piel crujiente. El problema es que necesitaremos un gran wok y al menos dos litros de aceite, o cortar la piel del pato en trozos y freírlos en tandas como podamos. Ya imaginan el follón para 40 centímetros cuadrados de ración de piel crujiente por persona...
Bueno, cuando esté listo y con un cuchillo bien afilado cortar la piel del pato - no importa si se llevan trozos de carne, mejor que mejor - ponerla en un plato y servir con las tortitas (se venden hechas), la salsa hoi-sin y los bastoncitos de cebolleta y pepino (sin pipas).
¿Y qué hacemos con la carne y los huesos? Rebañar con el cuchillo para dejar los huesos lo más mondos posibles y a continuación:
(a) cortar la carne en trozos más bien pequeños, y rebozarlos en una mezcla de maizena y cinco especias. Freir hasta dorar los trozos y reservar. Aparte y a ojo, según gustos, freir cebolla, ajo y jengibre pelados y picados, canela en polvo, miel, zumo de limón, guindilla en aros reconocibles, trozos de piña, aceite de sésamo, vinagre de arroz y las consabidas cinco especias. Cuando todos los aromas estén bien mezclados añadir salsa hoi-sin y los trozos fritos de pato. Servir con verduras - las que más nos gusten - al vapor o cocidas en agua no más de cinco minutos para que queden al dente.
(b) cascar los huesos y meterlos con los trozos de pato que hayan sobrado (cuello, patas, etc.) en un litro y medio de agua con un puerro cortado en trozos y jengibre, un poco de sal y pimienta. Hervir tapado unos 20 minutos y añadir col china cortada en juliana. Servir en cuanto la col haya comenzado a ablandarse.
Y después... una buena siesta, que es lo mejor que puede hacerse con el día que hace ahí afuera.