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De pequeño quería ser bombero. Me fascinaba la idea, no tanto por su imagen de heroicidad y valentía, sino más bien por su equipamiento de trabajo. Empezando por el coche-cisterna, juguete mítico donde los haya, y acabando por el casco, tan reluciente como aparente. De hecho, tengo uno, un Gallet, igualito que los que usan los cuerpos de bomberos de toda Europa, y que decora una esquina de mi despacho recordándome que gran parte de mi trayectoria profesional la he dedicado - ironías de la vida - a apagar incendios. Pero eso es otro tema.
Según la Ley 3/2007, enmendada en 2019, las administraciones públicas y las empresas con más de 50 trabajadores están obligadas a elaborar y aplicar planes de igualdad, dirigidos a asegurar la igualdad de trato y a eliminar discriminaciones entre su personal. De acuerdo con esa Ley, las administraciones se han dotado de Unidades u Observatorios de Género, como también han hecho las grandes y medianas empresas, que han empezado a diseñar, negociar colectivamente y aplicar esos Planes de Igualdad. Y en todos los ámbitos se está, lenta pero progresivamente, avanzando en su consecución, incluso en aquellos Cuerpos tradicionalmente masculinos como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Hay un sector, sin embargo, donde la presencia de la mujer es todavía ínfima, a pesar de ser un servicio público y de - teóricamente - no existir una discriminación en el acceso. El de los bomberos. Hay casi 20.000 bomberos en toda España y solo 168 son mujeres (el 0,83%). No existe un Cuerpo de Bomberos nacional, que pueda ser gestionado por los poderes públicos, se trata de un servicio municipal y que, por tanto, está gestionado por los respectivos ayuntamientos, aunque la Dirección General de Protección Civil del Ministerio del Interior sea la última responsable en coordinar todo el sistema en caso de emergencia.
Hay que remover los obstáculos, dejando bien claro que si una mujer es apta para servir en las fuerzas armadas, en la policía, en la guardia civil o trabajando de estibadora, es perfectamente capaz de hacerlo en un servicio de bomberos, donde se requiere valentía, determinación, resistencia y empatía.
Es hora de que nuestros Ayuntamientos, especialemente los de las grandes ciudades que deberían estar marcando el paso a los demás, empiecen a promocionar públicamente el acceso de la mujer a los respectivos cuerpos de Bomberos mediante campañas de divulgación similares, por ejemplo, a las que se utilizan para la captación de personal en las Fuerzas Armadas. Ha marcado el ejemplo el de Barcelona, con un mensaje sencillo, claro y directo.
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