Mírenla bien. Es una fomitopsis pinícola, conocida como yesquero rebordeado en las anchas Castillas, seta del género afiloforal siempre asociada a los árboles enfermos y los tocones de madera muerta de nuestros bosques de coníferas. El problema es que donde está tomada esta foto no hay coníferas, está plantada en la yerba - vean como la atraviesa sin piedad el recio césped de estas latitudes tropicales - y solo puedo deducir su existencia en que quizás el micelio tenga su origen en una enterrada raíz podrida del árbol que da sombra a esta seta.
Ver este ejemplar me ha hecho añorar las caminatas por los bosques serranos y alpinos en busca de boletos, níscalos y, si hay suerte y con el permiso de las aduanas volantes suizas, las colmenillas. Los primeros cortados a la buena de Alá - ya sé que te estoy copiando, Abraham - y salteados en un revuelto jugoso, brillante y salpicado de perejil recién picado con vaso y tijera. Los segundos, como siempre, en cuartos y salteados con taquitos de jamón y ajo picadito, o haciendo compañía a unas buenas patatas guisadas donde sustituyen de maravilla a chuletas y compangos, si acaso un par de chorizos por eso de engordar el caldo. Las terceras... ay las colmenillas, tan raras, caras y exquisitas, solo tienen una preparación que me ponga, cocidas en nata a fuego muy suave y depositadas con la mayor ternura sobre una tostada salteada en mantequilla a la que habremos cubierto con una fina loncha de jamón cocido. Sal, pimienta y nuez moscada. Saltan las lágrimas, de veras.
Y si no ha tenido suerte en la excursión y su bolsillo tampoco le permite comprarse un puñado de colmenillas, siempre está la posibilidad de traerse de Finlandia unos kilos de otra especie de estos ascomicetos, la temible gyromita esculenta llamada bonete, una colmenilla llena de tóxicos termolábiles y por tanto especialmente venenosa en crudo y peligrosa para los no iniciados. Hiérvala tres veces cambiando el agua (las de lata ya lo están) y obtendrá por un módico precio un sabrosísimo acompañamiento para unos spaghettis carbonara, con su nata, su bacon troceado, sus plumas de cebolla y su huevo crudo. Después de cuatro años de vida finlandesa sigo vivo y con el regusto de esa seta memorable.
También al ver a este hongo, un verdadero parásito carroñero, he pensado en la prosperidad y la belleza que a veces se obtienen de la enfermedad y la muerte. Rieguen y abonen ustedes la descomposición y la podredumbre, obtendrán yesqueros, leñosos y de olor ácido, incomibles e insaciables. No se extrañen de que cuando pase el tiempo se sequen y sean un excelente medio para hacer fuego. Igual les recuerda a algo en nuestro mundo de hoy...